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También digo que las voces que son de Dios y proceden de buen espíritu, hemos de entender que todas han de ser de una manera: blandas, suaves y amorosas. Con un propio aire y boca tañe uno la tronpeta, una chirimía y un sacabuche; y, con todo eso, cada uno suena de su manera. Con una propia mano tañe uno una vigüela, una cítara y una arpa y vigolón; y cada uno suena de su manera, porque son diferentes instrumentos y diferentemente templados y acordados. Y de esa misma suerte, estando muchas almas llenas de Dios, de quien proceden estas voces, pueden en éste sonar de una manera y, en otro, de otra; y según el órgano y compostura de una persona, pueden sonar los tales gritos.