Taña luego y cante el cortesano solamente como por un pasatiempo, y aun esto casi forzado, no en presencia de gente baxa ni de mucho pueblo; y aunque sepa bien el arte y entienda perfetamente lo que hace, disimule el estudio que hubiera puesto en ello y la fatiga, la cual es necesaria en toda cosa para hacerse bien, y muestre en sí casi despreciar aquella gracia con tan buena maña que por una parte señale tenella en poco y por otra procure de hacella tan maravillosamente que todos se la tengan en mucho. Dixo entonces Gaspar Palavicino: “Muchas maneras hay de música, así en cantar como en tañer; por eso yo holgaría de saber cuál sea la mejor ya qué tiempo debe usar ésta el cortesano.”
“Muy buena música” respondió miser Federico “me parece cantar diestramente por el libro; mas aun pienso que es mejor cantar con una vihuela, es por lo que vulgarmente llamamos recitar, el cual da tanta gracia y fuerza a las palabras, que es maravilla. Traen asimismo grande y gentil armonía los instrumentos de tecla, porque tienen las consonancias muy perfetas, y fácilmente se pueden hacer en ellos muchas cosas que a nuestros sentidos parecen dulces. No deleita menos una música de cuatro vihuelas de arco, porque es estrañamente suave y artificiosa. El cantar asienta muy bien en todos estos instrumentos; de los cuales bástele al cortesano tener noticia; aunque cuanto más ecelente fuere en ellos, tanto mejor será: pero no cure mucho de los que Minerva y Alcibíades desecharon, porque parece que en cierta manera son ascorrosos. El tiempo en que más se pueden usar todas estas músicas pienso yo que sea cada vez que el hombre se halle con una compañía familiar de amistad, cuando no haya otros negocios. Será mejor y converná mucho más si fuere entre mujeres; porque en esto la presencia y vista dellas suelen ablandar y enternecer los corazones de los que están presentes y los hacen más aparejados a que en ellos más hondamente penetre la suavidad de la música, y aun levantan el espíritu de quien la hace. Todavía será en esto necesario (como ya he dicho) huir la multitud, en especial de gente baxa. La guía y casi el alma de todas estas cosas ha de ser la discreción; porque realmente seria imposible imaginar todos los casos que pueden ofrecerse. y así, si el cortesano fuere buen juez de sí mismo, sabrá bien conformarse con los tiempos y conocer la disposición y la gana de los que hubieron de escuchalle; juzgará su misma edad y hallará cuán desconvenible cosa y cuánta risa sería ver un hombre de alguna autoridad, viejo, cano y sin dientes, lleno de rugas, con mm vihuela en las manos, tañendo y cantando entre damas, aunque lo hiciese razonablemente. Demás de la vista en esto, que sería harto para reír, habría otra bien gran burla, que él en semejante caso no podría sino cantar cosas de amores y ya veis en un viejo, tal cual hemos dicho, cómo cuadrarían, por más que él, entre otros milagros suyos, mostrase holgar mucho de encender a despecho de su vejez el hielo de sus entrañas”.