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Sierra, Pedro de la

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Person Born Died Gender Person ID
Pedro de la Sierra Cariñena M P0993

Instrument(s) Professional group Social status Social sphere Why is the person listed?
lute laúd Author Nobility Author Author - poet, playwright

Years active Place active Century Region
16cent/3/late Aragon
Biographical information

“Del autor de la Segunda parte de Espejo de príncipes y caballeros sólo conocemos los datos que aparecen en su portada: su nombre –Pedro de la Sierra–, su origen –Cariñena– y su clase social – infanzón–. En los repertorios bibliográficos aparece vinculado tan sólo al texto que nos ocupa y no tenemos constancia de que compusiera ninguna otra obra. A la espera de que se descubran documentos que arrojen luz sobre su identidad, la Segunda parte de Espejo de príncipes y caballeros proporciona algunos datos que permiten esbozar una semblanza de este escritor. El texto no apoya la idea de un autor rebelde. El hecho de que sea aragonés y de que la edición prínceps de su obra se publicara en Alcalá de Henares –reino de Castilla– hace pensar en la ortodoxia «castellana» o «monárquica» de su texto, cuyo contenido no se percibió como política ni religiosamente peligroso para la ideología dominante, la de Felipe ii. Y esto en unos momentos en los que las relacionesde este monarca con la nobleza aragonesa eran bastante tensas, si bien no tanto como unos años después. Todo ello hace pensar que probablemente Pedro de la Sierra formó parte de los aragoneses sumisos al rey y no de los insurrectos constitucionalistas.
Ignoramos si participó en algún enfrentamiento armado o si tan sólo conoció los que se encuentran en los libros de caballerías, pero, por la seriedad con que trata los aspectos bélicos, se intuye el respeto que debió de sentir por el ejercicio de las armas. En efecto, aun cuando imita de otras obras fragmentos claramente irónicos al respecto, todo rastro de burla desaparece, algo frecuente, por otra parte, en el tratamiento castellano de obras italianas (Gómez-Montero, 1992). Así ocurre en la descripción de los combates múltiples influidos por Ariosto: las luchas que en el Orlando furioso la Discordia provoca entre los paganos –que se enfrentan por motivos insustanciales– se convierten en el texto del aragonés en fieros combates que el escritor –imaginamos que junto con el lector de la época– tomó muy en serio.
Con la misma seriedad debió de enfrentarse Sierra a su labor literaria. Entre sus modelos se hallan prestigiosos autores latinos, como Virgilio, italianos, como Ariosto, o glorias nacionales, como Garcilaso. Sin embargo, parece que no dominaba más idioma que el castellano, pues leyó traducidas las obras extranjeras. Si bien era un noble culto, no puede ser considerado humanista. El hecho de que desconozca el latín indica que no pasó por aulas universitarias y que toda su cultura hubo de provenir de su pasión por la lectura.
En conclusión, si nos atenemos a los datos que se infieren de su obra, podemos suponer que Sierra fue un ardiente defensor de la nobleza, de personalidad grave –rechazaba burlas sobre el ejercicio de las armas– y carácter cortesano, un ávido lector que mostró una clara preferencia por los géneros idealistas (poesía épica, libros de caballerías, libros de pastores), y una admiración –extendida y frecuente en la época– por Garcilaso.
Estas pinceladas, que apenas singularizan a este autor entre multitud de ingenios de su época, forman la borrosa imagen que, por el momento, es la única que tenemos de Pedro de la Sierra”.
In http://www.centroestudioscervantinos.es/upload/30_introduccion.pdf (martinromeroEPC)

Citado en Pepe Rey, “Laúdes, vihuelas y cencerros para don Quijote” Hispanica Lyra Nº 1 (marzo, 2005): 10-13.
Rey: pp10-11. “El capitulo VII de la Segunda Parte del Espejo de príncipes y caballeros (1580)5, de Pedro de la Sierra, cuenta una aventura del príncipe don Eleno de Dacia, que recostado en el tronco de un árbol
«toma en la mana su laúd, que por tenerle por compañía siempre consigo lo traía, y comiença a tocarle muy dulcemente, acompañándole con una suave voz, representando su tristeza; estos versos al amor sujetos començó:
¡Ay, dulces, claros ríos,
que murmurando andáis muy mansamente!,
oíd los cantos míos,
antes que Amor intente
de dividir mi amarga y triste mente.

Montes que andáis luchando
con dura soledad todo momento,
pues veis que os voy buscando
con sobra de contento,
¿Por que no me ayudáis en mi tormento?
[ ... ]»
Canción, por cierto, en la que cualquier vihuelista encontrara de inmediato resonancias tanto de Juan Boscán como de Alonso Mudarra. Mas adelante (cáp. XIX) el mismo don Eleno «por algún tanto consolarse fue al barco por su laúd. Y tomándolo en las manos, se bolvió a tierra; y sentado a las espaldas de la tienda, le començó a concertar, aunque el fuego de amor más para desconciertos tiene fuerça. Cuando Ie tuvo concertado, tañéndole y acompañándole de una voz suave, començó a cantar estos versos:
Con un cuidado, Amor, otro cuidado
desarraigar quisiste de mi pecho,
y con mayor tormento qu'el passado
siento mi coraçón estar deshecho [ ... ]
Acabado que uvo de cantar, con el dolor que sentía se quedó desmayado, cayéndosele el laúd de las manos».
En la misma novela otros caballeros -Fabio, don Claridiano, el príncipe Polifebo- y pastores -Filipensio- tañen asimismo el laúd en diversas ocasiones.

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1580 Pedro de la Sierra, Segunda Parte del Espejo de príncipes y caballeros.


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